sábado, 22 de febrero de 2014

Los desiertos de Gertrude

Déjame hundir, perdiéndome en las profundidades de la media noche. Deja que la tierra me suelte; deja que ella me liberte de su obstáculo de polvo.
Velad desde lejos, oh estrellas, aunque estéis 
                embrujadas de luz de luna,
y que el horizonte estienda aún sus alas alrededor
                de mí.
Deja que no haya canción, ni palabra, ni roce;
                ni sueño, ni despertar,
sino sólo luz de luna como un desmayo de
                éstasis sobre el cielo y mi ser.
El mundo me parece a mí como un navío
                con sus innumerables peregrinos, desva-
                neciéndose en el lejano azul del cielo;
sus canciones de marineros se van 
apagando en el aire, poco a poco.
Mientras, yo me hundo en el seno de la noche in-
                finita, destiñéndome de mí mismo, con-
                sumiéndome hasta ser un punto en el
                espacio.
Rabindranath Tagore


Gertrude Caton-Thompson es casi un "alma gemela" de Vera Brittain en cuanto a pérdidas y circunstancias.
Su vida discurría remando por el Támesis, cacerías, desfiles de alta costura, ballet ruso, conciertos; ski, Italia, Israel, Francia, Creta... La feria de las flores en Chelsea, recaudar fondos para las sufraguistas en el Albert Hall.
Carlyon Mason-Mc Farlane era uno de los dos hijos varones de una familia cercana, y dos años menor. Buenos amigos, Carlyon seguía la carrera militar, y al salir de la prestigiosa Sandhurst, obtuvo destino en la India. Era 1911: pasó con Gertrude y su madre su última tarde en Londres. Ese año fue el de su visita a Egipto, con su madre.
Fuente imagen: Colección Enrique Barrie Zafra (Londres, agosto 1911)
La vida continuaba igual para ella, rechazo de propuesta de matrimonio incluida, porque "mi corazón estaba con Carlyon, aunque de una forma nada posesiva".
A finales de julio de 1914, Gertrude visita a los MacFarlane en Escocia, como en otras ocasiones. 
Ella y Carlyon pescan en el río Conan. Conscientes, como mucha gente, de que la guerra era cuestión de días. Carlyon sería asignado a la fuerza expedicionaria británica, y lucharía en el Marne y Aisne.
En diciembre, una tarde se presenta por sorpresa en el piso de Londres de los Caton-Thompson. Gertrude, su madre y su tía acababan de cenar. Cuando se quedan solos, le confiesa a Gertrude “su profundo pesimismo acerca del desarrollo de la guerra. El ejército alemán era superior al británico en todos los aspectos (…), los comandantes ingleses estaban desorientados y no se entendían con los franceses…"
Nada hace pensar que Gertrude se sintiera especialmente inclinada a complacer el mandato social de contraer matrimonio, destino  único y aspiración de la mujer de la época.
Era otra cosa. Gertrude estaba enamorada. 
Pero, de acuerdo con sus códigos y convenciones, ninguno había dado muestras de sus sentimientos, y le impedían tomar la iniciativa. Coincidirían alguna que otra vez, envueltos en la amistad; pero Gertrude , además, parece hecha de otra "pasta", anteponiendo lo general a lo privado, las circunstancias del otro a lo personal, postura poco corriente en nuestro mundo actual, tan caprichoso, acelerado, "lo quiero y lo quiero ya". Escribió: "“ni la más mínima sospecha que le pueda distraer de su deber.”
En 1916, trabaja como voluntaria en la cantina del Woolwich Arsenal para los trabajadores de las fábricas de municiones, y se las arregla para cruzar a la Riviera francesa, donde arqueólogos franceses buscan restos paleolíticos, aceptándola como pinche de cocina.
Carlyon está “a salvo” en Egipto.
En septiembre de 1916, Carlyon, en el extremo occidental del desierto de Libia, sale con una patrulla de cuatro hombres hacia el oasis de Baharia, un área sin cartografiar al oeste del Nilo. Iniciando un reconocimiento a pie, Carlyon y otro oficial desaparecen.
Desnudos y mutilados por hombres de la tribu de los senussi, sus cadáveres aparecieron más de veinte días después pudriéndose sobre rocas.
Sus restos fueron trasladados al cementerio inglés de Minia, a unos 200 km. al sur de El Cairo.
“La muerte de Carlyon me dejó con la sensación de que nada importaba realmente”.
Para ella, carecía de sentido buscarle un sustituto.
Concluida la guerra, en 1919 Gertrude acude como asistente del Ministro de Transportes a la Conferencia de Paz de París, Ministerio en el que había trabajado en diversos puestos.
Sin preocupaciones económicas, todo parecía indicar que su vida continuaría por el mismo camino anterior a la guerra: visitar amigos, caza, golf, vacaciones… Pero en 1921 se inscribe en un curso de arqueologia prehistórica del University College de Londres. Aprende a investigar, estudia árabe. Flinders Petrie, una leyenda de la egiptología, es uno de sus profesores.
Escribe: “Tenía poco contacto social con gente ajena a la arqueología”
Se incorpora a una excavación en Abydos, Alto Egipto, donde se encuentra Petrie, entre 1921 y 1922. El desierto de Baharia distaba unos 250 Km. 
Prosigue en la British School of Archaeology hasta 1926.
Excavando tumbas neolíticas en Malta (1921, 1924), conoce a la que será su mejor amiga, Dorothy Hoare.
En Qau y Badari (1924-1925), descubre el poblado predinástico de Hammamia. Virginia Nicholson ("Ellas solas", Turner), nos refiere los usos y costumbres de Gertrude: “En Qau, Egipto, Gertrude dormía en una tumba de la novena dinastía que compartía con una familia de cobras: “El cocinero se ofreció a matarlas, pero me negué; ellas habían llegado antes y, posiblemente, sus antepasados ya vivieran allí desde hace mucho”. Reservaba sus temores para las hienas, y siempre dormía con una pistola bajo la almohada.”
Y recoge Alberto Navarro, en su excelente blog http://badariense.blogspot.com.es: 
"Fue la arqueóloga inglesa, Gertrude Caton-Thompson la que proporcionó la descripción mejor documentada de uno de los sectores de hábitat de la cultura badariense (Brunton y Caton-Thompson, 1928: 69 y ss.). Fue en la zona de el-Hemamieh donde se desarrolló un trabajo pionero en aquellos tiempos, Caton-Thompson llevó a cabo una excavación que demostró, en base a la secuencia estratigráfica, que la cultura Badariense era anterior a la cultura predinástica más antigua conocida en aquel momento, el Amratiense. Fue la primera excavación estratigráfica llevada a cabo en Egipto. Desde febrero de 1924 hasta marzo de 1925 Caton-Thompson puso en evidencia una secuencia de ocupación continua desde el Badariense hasta el Guerzeense".


Con el apoyo de la British School of Archaeology y el Royal Anthropological Institute, comienza en 1925 su propia excavación en el desierto de Fayum, otro de los grandes hitos de su carrera, que el egiptólogo Gerald Wainswright consideraba "comparable al descubrimiento de la tumba de Tutankhamon por parte de Carter".

Restos del Gran Zimbabwe

Posteriormente se centraría en las ruinas monumentales de Zimbabwe y el Templo de la Luna en Hadhramaut, sur de Arabia.


Gertrude necesitaba ilustrar su "The Desert Fayoum", y eligió a Mary Nichol, que se formaría con ella acompañándola en varias campañas. Fue así como la conoció Louis Leakey. Se casarían en 1936, formando una familia emblemática de la paleo-antropología en el estudio de homínidos que recorrería la Garganta de Olduvai, al norte de Tanzania y desenterraría un cráneo de Proconsul africanus en octubre de 1947.
Fallecido Louis, Mary Leakey continuó en Olduvai y descubriría las huellas de Letoli, pasos de un nuevo bípedo dejadas en la ceniza volcánica hacía casi cuatro millones de años. Su hijo Richard continúa la leyenda, junto con su esposa Maeve y su hijo Louise, con hallazgos como el Niño de Turkana

Fueron muchos los reconocimientos y cargos que Gertrude Caton-Thompson recibió y desempeñó en universidades e instituciones. 

Cuando, pasados los cincuenta años, su fortaleza física se resintió, decidió concluir sus viajes de trabajo e instalarse en Worcestershire con su amiga Dorothy Hoare y su marido, Toty de Navarro, también arqueólogo y especialista en Prehistoria europea: Gertrude describía a Dorothy como el “principal motivo de mi vida”, y “disfrutaba del ingenio, la inteligencia y la generosidad de Toty”. Con noventa y cinco años, Gertrude redactó sus memorias. 
Virginia Nicholson, muy acertadamente, constata: “Misteriosamente (…) los huesos y los diminutos fragmentos de la prehistoria africana  cobraron (…) una importancia fundamental para Gertrude.  Había experimentando en su propia piel que la muerte es el final y los que se van son irreemplazables, pero dedicaría su carrera a resucitar respetuosamente a los muertos y a entender su pasado".


Huele a marzo, mes de mujeres, a cosas maravillosas.
Escribid poemas, aunque sea sin palabras.

Fuentes:
"Ellas solas. Un mundo sin hombres tras la Gran Guerra". Virginia Nicholson. Turner, 2008.
http://badariense.blogspot.com.es/2011_05_01_archive.html. Blog de Alberto Navarro.
Wikipedia

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