lunes, 7 de octubre de 2013

Los poemas de Craiglockhart. II. "Anthem for Doomed Youth"

Volvemos al conocido y emblemático poema de Wilfred Owen, traducido por Gabriel Insausti en "Wilfren Owen, Poemas de guerra" (Acantilado, 2011):

HIMNO POR LOS JOVENES MALDITOS
¿Qué campanas para estos que mueren como ovejas?
     Tan sólo el ruido obsceno de las armas,
     tan sólo el tartamudo retumbar de los rifles
podría hacer callar sus rápidas plegarias.
Nada de vanas pompas, ni campanas, ni rezo,
     ni una voz plañidera sobre los locos coros,
los estridentes coros de gimientes cañones
      o clarines que llaman desde tristes comarcas.

¿Qué velas sostendremos en esta despedida?
     No en manos infantiles, sino en sus propios ojos
brillará ese sagrado fulgor de los adioses.
     Será un pálido rostro su paño mortuorio;
la ternura de espíritu, las flores que lo adornen,
y cada atardecer correrá, lento, un velo.


Una de las dificultades con las que nos encontramos quienes nos acercamos a este grupo de poetas es la falta de traducciones al castellano; con respeto a Owen, aparte del volumen citado, también en 2011 apareció "Tengo una cita con la muerte", una antología bilingüe de ventiún poetas de habla inglesa traducidos por Borja Aguiló y Ben Clark, y publicada por  Ediciones Linteo.
La aparente facilidad de la composición del "Anthem" es engañosa; en la anterior entrada que dedicamos al poema pudimos observar su evolución -por otra parte, rápida- comparando las imágenes de los distintos borradores, y las propuestas de Siegfried Sassoon, a lápiz, en general desestimadas.

Owen va cincelando la materia original, decantándose con firmeza por un vocabulario rabioso pero calculado alejado del gozo de la vida: sólo armas y ritos mortuorios. No hay gloria ni oportunidades para los jóvenes soldados muertos.

En el primer verso: "Qué campanas para estos que mueren como ovejas"; o (en traducción de Aguiló y Clark, más literal):  "Qué toque de difuntos para los que se mueren como reses", queda definida perfectamente la intención del poeta. Es ese cattle que retumba al final del verso el auténtico toque de campana
G. Insausti opta por "ovejas", que parece más acorde con la imagen de los soldados avanzando en medio de un matadero no convencional pero sí real, y añade esta nota a su traducción: "La alusión al “ganado” para referirse a los caídos nos devuelve al lenguaje sacrificial de “La parábola del joven y el anciano” (otro poema de Owen).
"Pferdekadaver" ("Cadáver de un caballo"). Otto Dix, 1924. Fuente: www.ottodix.org
Quizá la imagen del caballo muerto -un animal; un símbolo de la nobleza- nos conmueva aún más que un campo que se aleja en el infinito repleto de restos o cadáveres humanos en posturas imposibles. 
La paz se firmó en 1918. Basta recorrer el catálogo de las obras de Otto Dix, sólo su producción del año 1924, para darse cuenta de que volvía una y otra vez; que, como casi todos los supervivientes, no salía de esa condena: pintaba o dibujaba víctimas del gas, el Somme, los enterrados vivos, casas destruidas, transporte de heridos, su aspecto como soldado... El cadáver de un caballo, destripado. 
Sus ojos seguían viéndolo, ocho años después. Todo.

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